domingo, 31 de octubre de 2010

La caja roja: La Derrama Magisterial


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La caja roja

El Sutep maneja eficientemente más de mil millones de soles de los maestros. ¿Cómo lo hace? El partido comunista de moda, hegemónico en el sindicato, vigila indirectamente la administración de la Derrama Magisterial.

Por Ricardo Uceda


La organización política más empresarial del medio es el Partido Comunista del Perú Patria Roja. Controla, a través del Sutep, la Derrama Magisterial, una mutual con 266.653 miembros, todos ellos maestros, que reciben préstamos con el interés más conveniente del mercado. Los afiliados están satisfechos, de acuerdo con todos los indicadores disponibles. La Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) no ha podido encontrar una sola objeción al manejo administrativo. Tampoco el Ministerio de Educación, cuyo secretario general, Asabedo Fernández, tiene un asiento en el directorio.

Al término del año 2010, el total de recursos disponibles de la Derrama Magisterial será el mayor de su historia, superando los 1.247 millones de soles del año pasado. A fines de julio ya había llegado a una cifra más alta: 1.323 millones. Está entre las ocho instituciones financieras más importantes del país y podría seguir creciendo. Hoy sería dueña de la Caja de Ahorro y Crédito Rural de Ayacucho si la SBS —por razones discutibles— no hubiera bloqueado la compra.

¿Cómo lo logra? Ante todo, hizo funcionar un sistema previsional que el Estado le entregó quebrado hace 26 años. Los principales directivos, todos ellos del Sutep, eligieron bien a sus asesores profesionales y no politizaron la administración. Luego, conforme la institución se fue recuperando, pasaron a hacer negocios. Invierten en inmuebles, poseen una cadena de hoteles y prestan dinero a los maestros. Esto último se reveló como la gallina de los huevos de oro.

Un 60% de los recursos de la Derrama Magisterial es destinado a préstamos. Este año concedió 46.946 créditos, la mayor parte en provincias, a una tasa anual de 24,6%. Si se compara a la Derrama Magisterial con las demás entidades financieras reguladas por la SBS (bancos, financieras, cajas municipales, cajas rurales y Edpyme), aquella se ubica entre las diez mayores prestamistas de créditos de consumo del medio. Y si se incluyera a las cooperativas supervisadas por la Fenacrep y a los prestamistas no regulados ni supervisados —como Inversiones La Cruz o Inka Cash— el ránking no variaría, aunque se reducirían ligeramente las participaciones.

Considerando las condiciones en conjunto, para un maestro pedir prestado a su mutual es lo más ventajoso. Rápido, sin papeleos, sin cobro de mora, sin aval externo, sin el riesgo de perderlo todo. A su vez, la Derrama tiene un cliente fidelizado cuyas cuotas son descontadas por planilla —la morosidad es mínima— y para servir al cual requiere una baja estructura de costos. Como el docente tiene una cuenta individual, esta actúa como fondo de garantía, y la provisión es muy baja. Así, por cada préstamo, la mutual obtiene una utilidad de 20%.

—Hay un círculo virtuoso —dice el presidente de la Derrama, Jorge Arteaga—. Mientras más crece la cuenta individual de cada profesor, puedo prestarle más, manteniendo bajo mi costo operativo. Si coloco más créditos, obtengo más rentabilidad, que a su vez revierte al propio asociado en forma de bonus e interés, lo que incrementa su cuenta individual.

Sin embargo, el capital más importante de la Derrama Magisterial es el político. Cuando un maestro escucha las muy atendibles críticas al Sutep por la parte de responsabilidad que le toca en la crisis de la educación, piensa un poco en ellas, eso es indudable, pero también en su bolsillo. Cuando se jubile, lo que le pagará la Derrama Magisterial será dos a cinco veces más de lo que recibirá del Estado por sus servicios. Las cuentas individuales suman más de 1.000 millones de soles. En ellas, menos de la mitad son los aportes, y lo restante son los intereses que gana el maestro y las utilidades de la mutual, que recibe periódicamente.

Las autoridades también están satisfechas.

—La verdad es que los espulgamos varias veces y no encontramos irregularidades, sino un manejo eficiente —dijo un ex presidente de la SBS para esta nota.

Ya es raro que un sistema de fondos previsionales funcione bien, teniendo en cuenta los casos de la Caja del Pescador, actualmente intervenida, y de la quebrada Caja Militar Policial. Pero eso no es lo más extraño. Lo insólito es que el manejador sea Patria Roja a través del Sutep. ¿Cómo llegó la Derrama Magisterial a sus manos? Primero es necesario contar cómo llegó el Sutep a manos de Patria Roja.


Fue responsabilidad directa del Partido Comunista Peruano, de orientación prosoviética. El PC, que apoyaba al gobierno militar de Juan Velasco, traicionó una huelga magisterial en 1971, lo que, a la larga, creó al Sutep e hizo importante a Patria Roja. Por entonces el gremio magisterial estaba dividido en varios sindicatos por rama educativa, y la central que los agrupaba era la Federación Nacional de Educadores del Perú (Fenep). A finales de los años sesenta, el PC había terminado controlando la Fenep luego de que compartiera la dirección con Acción Popular y la Democracia Cristiana. Antes, todos ellos habían desplazado a los apristas. La Fenep, como después veremos, tenía reivindicaciones irrenunciables mientras sobrevenían las primeras reformas militares y su dirigencia comunista se iba enamorando más y más de Velasco. El 1 de septiembre de 1971 debía iniciar la Fenep una huelga general indefinida. Si eso ya era incómodo para el PC, que apoyaba al gobierno, fue insoportable una infeliz coincidencia. Al día siguiente visitaba Lima, invitado por Velasco, el presidente socialista de Chile, Salvador Allende. El PC rompió la huelga, quedó bien con los militares y perdió el magisterio para siempre.

En julio de 1972, en el Cusco, maestros de distintos pelajes políticos —había apristas, democratacristianos, acciopopulistas, pero sobre todo miembros de una escisión maoísta del PC, Patria Roja— crearon el Sindicato Único de la Educación Peruana, Sutep, en sustitución del Fenep. Varios con la medalla de haber sido deportados por insistir en la huelga del año anterior. Dieciocho de los cuatrocientos delegados ya venían elegidos como miembros del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), y esperaban que el congreso resolviera qué cargos ocuparían. Por lo menos diez de ellos militaban en Patria Roja. El partido decidió que alguien de su confianza, Arturo Sánchez Vicente, fuera secretario general. Pero ganó otro, sin fama ni gloria: Horacio Zeballos. Por un voto. El suyo propio. Sánchez Vicente, elegante él, se abstuvo de votar por sí mismo y perdió la elección.

Hacerse con el Sutep fue el principal episodio de Patria Roja en su corta vida. Sánchez Vicente declaró después que en 1972 aún no militaba en Patria Roja. Zeballos, de acuerdo con diversas fuentes, tampoco. Pero la mayoría de dirigentes sí, y Zeballos veía cómo en sus narices, antes o después de las sesiones del CEN, los militantes se reunían para enrumbar la marcha del sindicato en su ausencia. Zeballos decidió pedir su afiliación —otro tanto hizo Sánchez Vicente—, y desde entonces el Sutep ha sido Patria Roja y viceversa.

Aun más, el desarrollo del partido se explica principalmente porque su columna vertebral fue el sindicato. Esto puede incluir el financiamiento. A diferencia del PC prosoviético, parte de cuyos fondos provenían de Moscú, Patria Roja parece haber dependido menos de la billetera de China Popular. En el mundillo de la izquierda marxista se le reconoce una habilidad especial para “recursearse” con fondos obtenidos en el trabajo de los frentes de masas que controla. Preguntado al respecto para esta nota, un dirigente del partido contestó enigmáticamente:

—El que vive para el altar debe vivir del altar. ¿No dicen eso los sacerdotes católicos?


Así como tiene difícil explicación la gran penetración maoísta en la política peruana, considerablemente superior a la de otros países de América Latina, cuesta comprender cómo un sindicato tan ideologizado como el Sutep mantuvo influencia sobre decenas de miles de personas que no comparten su doctrina. De hecho, desde su primer minuto de vida declaró que la lucha de clases es el motor de la historia y que la solución de sus reivindicaciones solo se conseguiría en una sociedad sin explotadores ni explotados. Hasta aquí, conceptos que también figuran en los estatutos de la CGTP o de otro sindicato fundado por dirigentes marxistas. Pero el del Sutep advierte que el empleador de los maestros, el Estado, es el representante de los explotadores. Este patrón los obliga —dice— a “retransmitir los patrones ideológicos y políticos de las clases en el poder”. El estatuto alienta la resistencia a esa retransmisión, desarrollando alternativas ideológicas coincidentes con los intereses del pueblo. ¿Esto es lo que los maestros querían en 1972 cuando fundaron el sindicato?
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